Mandrágora: la raíz que grita entre la magia y la medicina.
- Alex Bautista
- 24 sept
- 3 Min. de lectura

Hay plantas que curan. Otras que alimentan. Y luego está la mandrágora, que grita cuando la arrancas del suelo.
No es broma. O al menos, eso creyeron durante siglos los pueblos que la buscaban al amparo de la luna, con más miedo que certeza. Raíz de figura humana, voz de ultratumba, y fama de hechicera: la mandrágora no es una planta cualquiera. Es mito con raíz y ciencia con aroma a leyenda.
Una planta en el corazón del cine fantástico
En El laberinto del fauno, Guillermo del Toro coloca una mandrágora bajo la cama de la protagonista. Una niña en guerra, literal y emocional, que encuentra en la planta una especie de consuelo orgánico, mágico, maternal. Una criatura viva entre lo vegetal y lo humano.
Y claro, si has pasado por las aulas de Hogwarts, también la recordarás: chillona, peligrosa, obligatoria en Herbología de segundo año. Una planta tan poderosa que puede matar… o revivir.
Pero, ¿de dónde viene todo este imaginario? ¿Acaso hay algo real detrás de tanta fantasía?

La mandrágora existe. Y sí, es tóxica.


Perteneciente a la familia de las solanáceas —la misma que el tomate, la patata o el tabaco—, la mandrágora contiene alcaloides potentes como la atropina y la escopolamina. Durante siglos se usó como:
Anestésico natural
Narcótico para partos difíciles
Antiinflamatorio
Estimulante sexual
Y también como ingrediente estrella en brebajes de brujas y hechiceras
Fue de hecho el médico griego Dioscórides quien en el siglo I habló por primera vez de “anestesia” con su uso. La ciencia y la magia se cruzaban… como raíces bajo la tierra.
¿Y lo del grito?
Bueno… eso es más leyenda que botánica. En la Edad Media se creía que arrancar una mandrágora sin el ritual adecuado podía llevarte a la locura o incluso a la muerte. ¿La solución? Atarla a un perro hambriento, alejarse, y usar comida para que el animal la desenterrara por ti.
Pobre perro. Y pobre humano, siempre tratando de controlar lo que no entiende.
Masculina, femenina y profundamente ambigua

En Europa se hablaba de dos tipos de mandrágora: una “hembra”, de raíces más redondeadas, y otra “macho”, más alargada y áspera. Hoy sabemos que simplemente eran dos especies distintas: Mandragora officinarum y Mandragora autumnalis. Pero en aquel entonces, la planta era leída como un espejo: lo que parecía humano, debía tener alma. Y si tenía alma… podía doler, amar o maldecir.
¿Planta maldita o medicina incomprendida?
Como planta maldita, la mandrágora ha sido acusada de brujería, adorada como amuleto, recolectada con miedo, recetada con fe.
Y aún hoy sigue apareciendo en videojuegos, películas, novelas, cartas de tarot y memes. En parte, porque sigue encarnando ese misterio que tanto nos atrae: el de lo que vive entre mundos. Ni planta ni persona. Ni medicina ni veneno. Ni leyenda ni ciencia.
Una raíz que nos recuerda que no todo lo vivo es visible
Quizá por eso la seguimos dibujando, estudiando y temiendo. Porque hay algo profundamente humano en esta planta con forma de cuerpo, que nace bajo tierra y a veces grita para no ser arrancada.
Quizá porque nos recuerda que la naturaleza no necesita ser bonita ni amable para ser valiosa. Y que bajo la tierra hay historias que no caben en libros, pero que aún así merecen ser escuchadas.
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